En lo que respecta a los/as docentes, nuestro trabajo en las aulas se convierte, al final de cada cuatrimestre, en una nota. La valoración de tus alumnos/as, aquello que opinan de tu labor como profesor, se limita a un número triste, desprovisto de razones y “por qués”. Quizá sea necesario plantearse ciertas cosas en torno a las valoraciones docentes realizadas en la URJC:
1) Valorar la actividad de cuatro meses a través de 10 preguntas supone darle excesiva importancia a los números. Si además esas preguntas tienen respuestas cerradas y se parecen en exceso entre sí, pueden ofrecer una radiografía imprecisa de la percepción que tiene el alumnado de aquellos/as que impartimos docencia.
El porcentaje (cuánto) ignora lo más importante de todo, las razones, los matices (cómo y por qué) de las formas y métodos para dar clase.
2) De igual modo, tendríamos que preguntarnos si todo el alumnado tiene “derecho” a participar aunque no haya acudido de forma regular a clase. Ante el plato precocinado de las encuestas de valoración actuales, el simple hecho de estar en clase en el momento de realización del sondeo, concede la posibilidad de opinar. ¿Qué ocurriría si, en vez de preguntas cerradas se exigiese elaborar argumentos y justificar el por qué de las respuestas?
3) Pero más allá del método de recogida de esta información, habría que preguntarse cuál es la utilidad del mismo. ¿Tienen estos resultados alguna incidencia en la contratación y renovación del profesorado? ¿Existe algún tipo de remuneración (al menos simbólica) a aquellos/as que hayan obtenido las notas superiores?. De igual modo, ¿son públicos los resultados? ¿tiene conocimiento el alumnado de qué calificación han obtenido sus profesores/as?
Sólo vinculando estas valoraciones a unas consecuencias tangibles, el alumnado identificaría la utilidad de sus opiniones y se tomaría más en serio la calificación del profesorado. De igual modo, esa vinculación podría garantizar una inversión eficaz y transparente del dinero público con el que nos pagan nuestras nóminas cada mes.
Plantear nuevas utilidades y métodos de valoración serviría también para situar y reconocer el papel del alumnado como espina dorsal de la universidad. No nos podemos quejar de la apatía y la pasividad de aquellos/as que llenan nuestras aulas, si los métodos de participación que les ofrecemos están limitados y son, la gran mayoría de las veces, excesivamente precarios.
José Manuel Sánchez Duarte
Profesor de Opinión Pública de la URJC
Texto extraído de la revista universitaria Acta Verbum (Nº4)